muchodeporte.com : Lucas Haurie

Un buen día para firmar el empate

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
10/04/2019

Se aproxima otro derbi en el que vuelve a renovarse la eterna controversia entre las dos clases de mal alumno de matemáticas: el audaz, ése que arranca a realizar operaciones al buen tuntún, y el contemplativo, aquél que remira mil veces el enunciado sin atreverse a empuñar el lápiz. Son dos formas diametralmente opuestas pero igual de eficaces de NO resolver un problema, análogas a las del periodismo equidistante –esa peste rezumante de blandenguería socialdemócrata– ante el pronóstico de un partido de la máxima rivalidad. Porque, ¿qué pecado hay en opinar que, vista la diferencia abismal entre el fútbol de Sevilla y Betis, lo más probable el sábado es que Quique Setién vuelva a salir triunfante del Sánchez-Pizjuán? Y claro, faltaría más, que Joaquín Caparrós se le va a oponer con sus habituales armas, que son tan legítimas como el tikitaka y en ocasiones más letales; pero el firmante tiene la impresión de que no será suficiente. ¿Puede pasar justo lo contrario y saldarse el partido con una goleada local? Por supuesto que sí. ¿Van a leer en este artículo un argumento en esa dirección? No, porque tengo la honesta impresión de que no va a suceder.

Las (casi) doscientas palabras que acaban de leer, sin embargo, son por completo fútiles. Saldremos todos de dudas en cuanto acabe el derbi y desconfíen de quienes presentan como “seguro-seguro-seguro-seguro” su pronóstico. Si de verdad estuvieran seguros, rehipotecarían su casa para apostar todo el dinero a ese resultado que “seguro-seguro-seguro-seguro” va a darse. No lo hacen, ¿verdad? Pues a lo mejor son imbéciles porque renuncian a ganar una bonita cantidad de pasta… pero lo más probable es que sean imbéciles por afirmar que saben “seguro-seguro-seguro-seguro” cómo va a quedar un partido de fútbol antes de que se juegue.

Existe una línea más sustanciosa, aunque igualmente anticipativa, para analizar las consecuencias que un resultado X, pongamos la derrota, tendría en cada uno de los equipos sevillanos. Aquí sí, podríamos blandir el comodín de la equidistancia porque ambos –“ambos” es imposible: el perdedor– se sumirían en una amplia crisis que abarcaría aspectos institucionales, más allá de la obvia incomodidad deportiva. Un Sevilla derrotado, así, quedaría condenado a una guerra de siete jornadas para agarrar el mal menor de la Europa League al cabo de una campaña plagada de decepciones, la mayor de ellas el haber hincado la rodilla en los dos derbis. El invento veraniego de Castro, sobre todo él, y de Caparrós habría virado definitivamente al fiasco, si es que no lo es ya tras la vergonzante eliminación contra el Slavia. Un Betis derrotado, por su parte, vería escaparse el objetivo europeo que tan necesario es para mantener la audaz apuesta económica del presidente Haro y la perspectiva de la ruina, más la permanente tensión con Serra, quién sabe si abriría otra lucha intestina por el poder. De hecho, los vates del caudillo balear ya entonan estribillos subversivos, quién sabe si anticipando un golpe palaciego de su ídolo. Más les vale empatar a los dos, o sea, porque el dolor de cabeza del que pierda puede ser de campeonato.


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