Cuando la expectativa ya constituye un gran triunfo

La tregua

Lucas Haurie 28/04/2021

De repente, salen las cuentas en Nervión porque el sevillista ya no es un experto en táctica o preparación mental –desde Helenio Herrera a José Mourinho todos los genios del banquillo tuvieron algo de gurú de la psicología–, sino que ha mutado en ejército de matemáticos, un batallón de peritos algebraicos poblaría las gradas del Sánchez-Pizjuán si eso fuera posible: émulos de Euclides, epígonos de la Casa de la Sabiduría bagdadí y seguidores de Leibniz o Serre se afanan en sus cálculos. Desde el ancestral ábaco hasta la vanguardista computadora, sobre el papel o en la cabeza… coño, que salen las cuentas.

“El Granada es un hueso”. “¿Quién va a jugar contra Osasuna teniendo la vuelta en Londres cuatro días después?” “El Atlético está muerto y ni lo considero, vale, pero en el Nou Camp va a rascar un empate”. “Ganar en Mestalla nunca es fácil. Por mal que esté, el Valencia es el Valencia”. “Messi está apercibido, alguna vez le sacarán la quinta amarilla”. “El Real Madrid ya pasa de la Liga, sólo le interesa la Champions”. “Es imposible ganarle al Sevilla, ¿tú has visto al Sevilla en el último mes?” “Jugamos en Villarreal una semana antes de la final de la Europa League”.

El ratito de un café con media de aceite junto a una mesa con dos sevillistas es una delicia para los oídos, un cursillo de optimismo, un simposio para venirse arriba y, sobre todo, la confirmación de que el éxito del fútbol no radica en su vistosidad, que es harto discutible, sino en la permanente vigencia del principio de incertidumbre. Es un generador de ilusiones sin par, o sea, porque ninguna teoría parece descabellada cuando se envuelve en la creencia de que es posible. El Sevilla de Lopetegui –de Castro y de Monchi– ha creado en su gente la expectativa de que puede ganar la Liga. Pasará lo que tenga que pasar, probablemente que la gane el Barcelona, pero ya ha rendido un servicio impagable.