Monchi o el arte de lo posible
La tregua
Lucas Haurie 31/08/2021 |
Una de las frases con más paternidades atribuidas de la Historia es la definición de la política como “el arte de lo posible”, hallazgo luminoso atribuido a genios como Aristóteles, Maquiavelo, Bismarck o Churchill, entre otros de menor lustre. El legendario Secretario de Estado estadounidense, Henry Kissinger, la pronunció a menudo y –más importante aún– la puso en práctica durante su feraz carrera. No debió resultarle sencillo imponer su visión de judío natural de la católica Baviera en una nación evangélica, unívoca en sus preceptos, profundamente enraizada en esa radicalidad puritana del “to do the right thing” sin en absoluto considerar las circunstancias del momento.
Las aficiones de los equipos de fútbol, con ese componente más sanguíneo que racional que gastan, son también proclives a la intransigencia. Adoran a los suyos simplemente porque son suyos y los denuestan de por vida, con saña calvinista, a la menor ofensa. Los meridionales, sin embargo, tenemos una tradición de “vive-y-deja-vivir” e indulgencia que entronca directamente con los viejos pueblos del mediterráneo. Monchi es gaditano (o sea, que es fenicio, es romano, es judío, es moro, es castellano… es sabio) y tiene claro que a cualquier institución le convienen más los arreglos que los golpes de pecho.
El 31 de agosto de 2021, día de su onomástica (San Ramón Nonato) y víspera de sus merecidas vacaciones, Monchi se plantó ante los periodistas para construir el relato oficial de Koundé y su frustrado traspaso al Chelsea, un ejercicio en el que maridó magistralmente la realidad con la fantasía. Los bárbaros protestantes, valga la redundancia, lo habrían señalado con el dedo admonitorio afeándole eso que llaman el “cheating” –por muy estupendos que se pongan: pecadillos veniales que engrasan las relaciones humanas– pero aquí sabemos desde hace siglos cuál es el valor, ¡oro puro!, de una mentirijilla piadosa. O de unas cuantas.
Todos los periodistas de Sevilla, no hay más que marcar el número adecuado, hemos escuchado desde el viernes sucesos apocalípticos sobre cómo Koundé se negó a viajar a Elche en los que el jugador francés, que tiene cara de no haber roto un plato y pinta “alamismavé” de chico listo, es retratado como un ogro intratable que maneja a la cúpula dirigente del club como si fueran títeres. Eso cuentan, claro, quienes pretenden hacer quedar mal a esa cúpula dirigente del club que, por boca de Monchi, tiempla gaitas hasta convertirlo todo en una conversación cordial, un cambio de impresiones entre amigos, un instante de agobio superado en comandita asamblearia. Vale: ninguna de las dos partes cuenta toda la verdad. Ahora bien, querido lector sevillista. ¿Es más conveniente para la entidad la versión áspera o la almibarada? Pues la respuesta a esta pregunta señala quién antepone sus intereses particulares a su sevillismo.
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