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Queda un día menos para la próxima bravuconada de Del Nido Benavente

La tregua
Lucas Haurie
Lucas Haurie
26/10/2021

De aquí a trece o catorce meses, el Sevilla celebrará una junta general de accionistas en cuyas vísperas nos bombardearán con multitud de informaciones de-muy-buena-tinta anunciadoras del inminente regreso de José María del Nido Benavente a la presidencia: lleva siendo así desde el verano de 2017, cuando abandonó el centro penitenciario en el que se encontraba recluido por un quítame allá esos euros públicos: de usted y míos. Y lo cierto es que estos teatrillos los ceban (cebamos) los medios de comunicación con su (nuestro) afán por arañar audiencia porque existen dos motivos que convierten en extremadamente poco probable el propósito del racial abogado: las muchísimas acciones, más de siete millares, que lo bloquean y, más importante aún, el palmario deterioro que padece.

La principal consecuencia de esta junta general de accionistas solicitada por 777 Partners, y en la que el solicitante no estuvo presente, es que estos señores de Delaware se han dado cuenta de que los derechos políticos de sus acciones estuvieron representados por un chufla, un demagogo de tercera división –maldita hemeroteca: dijo que había tenido conocimiento de la petición de la asamblea por la prensa– con graves problemas económicos que apenas palia pegándole sablazos a los incautos que se dejen, que cada vez son menos. Del Nido Benavente dijo a los americanos que “sí o sí” a esta hora iban a estar aposentados en el palco del Sánchez-Pizjuán y la realidad es que la pasta apalancada debe andar ya por los diez u once millones. El gestor del fondo de inversión está deseando recuperar lo que pueda, salir corriendo y arrancarle con pinzas un pelo de la barba al día, mientras siga su dinero ocioso, al listillo que le aconsejó venir.

Al Sevilla FC SAD lo controla una oligarquía que se ha comprometido a gobernarlo a través de un pacto llamado “de estabilidad” hasta casi el final de esta década y sería deseable que este se prolongase unos cuantos lustros más. No hay tutía, por morboso que nos parezca hacer caso a los susurradores de barra de bar. En 2023, la familia Del Nido nombrará a un presidente que, con toda probabilidad, será José María del Nido Carrasco. Y si esta mayoría minoritaria nombrase a otro, no podrá tratarse José María del Nido Benavente porque el resto del accionariado no se sentiría cómodo con alguien con semejante prontuario delictivo en la presidencia. En el dificilísimo caso de autoimponerse por las bravas, además, presidiría el club con la hostilidad de la mayoría de los consejeros. Sería, para que nos entendiéramos, un presidente-cuchara.

Lo importante de toda esta historia, con todo, no es el futuro societario del Sevilla, cuyos dirigentes y ejecutivos han demostrada solvencia de sobra para blindarse ante las bravuconadas de un accionista desquiciado. La cuestión principal aquí es detener o limitar el derrotero insano que ha tomado José María del Nido Benavente. Que es destructivo, desde luego, especialmente para sí mismo. Yo ignoro si aún lee mis artículos con la atención de antaño, cuando parte del sueldo de algunos empleados pagaba la labor de escrutar con celo cuanto escribía, pero ojalá estas líneas pudieran ayudarlo a recuperar el respeto por sí mismo que ha perdido del todo y que lo ha convertido en una triste caricatura (¡un mando sin pilas!). El brillante presidente que fue está obligado a preservar su legado en la memoria de los sevillistas y no a repetir en el ámbito futbolístico las trapacerías que dieron con sus huesos en una celda.


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