El largo trecho que separa un mal arbitraje de una conspiración
La tregua
Lucas Haurie 10/01/2022 |
Cuatro años antes de la inolvidable galopada de Jesús Navas por la banda de Johannesburgo, Luis Medina Cantalejo ya había llevado al fútbol sevillano a protagonizar una final mundialista, en cierto modo. En el Olímpico de Berlín, el marco de las hazañas de Jesse Owens ante Hitler, ejercía de cuarto árbitro y fue quien advirtió al argentino Horacio Elizondo para expulsase a Zidane por su celebérrimo cabezazo a Materazzi durante la prórroga. Dirigió cuatro partidos en Alemania 2006 –incluido el estelar Francia-Brasil de cuartos– y 35 encuentros de competiciones europeas, entre ellos una final de Copa UEFA. Fue de los mejores del planeta en lo suyo y hoy dirige, por su altísima cualificación, el estamento arbitral en la RFEF.
En su etapa como deportista de élite, tengan por seguro que estos árbitros los son, Medina era usuario del Centro de Alto Rendimiento de La Cartuja, donde coincidía a menudo con aquellos entrenamientos multitudinarios del Ciencias en los que dejaban participar casi a cualquiera que se sostuviese en pie con un balón oval en la mano. Si es cierto su sevillismo, que debe serlo porque lo proclaman cuantos lo conocen, allí se guardaba bien de no proclamarlo pese a que situaciones así se prestan a la camaradería y a las confidencias –inocentes– con la pandilla futbolera del lugar, que él entretenía con jugosas anécdotas que relataba con gracia (calma: ni bajo tortura de la Gestapo desvelaríamos el contenido).
Hace de eso varios siglos y, despistado como soy, ignoraba por qué rumbos andaba Medina Cantalejo hasta que Luis Rubiales –ojú– lo puso hace un mes al frente de la cosa arbitral en sustitución de Velasco Carballo. El Betis fue de los primeros clubes en felicitarlo y su presidente se retrató contentísimo a su vera, como no podía ser de otro modo, porque nunca es mala la cercanía, aunque sea geográfica, con el poder: puede que no traiga beneficios, pero jamás perjudica. Desde su acceso al cargo, a los verdiblancos no les ha ido en absoluto mal, puesto que suman seis triunfos, un empate y dos derrotas en los torneos nacionales. La (presunta) persecución se antoja entonces orquestada por la TIA, la agencia de Mortadelo y Filemón.
Otra cosa es el arbitraje infame que perpetró en Vallecas Muñiz Ruiz, en el que excusarán que no abunde para no reiterar el comentario dominical.
https://www.muchodeporte.com/real-betis/60413/arbitraje-mosqueante/
Fue un desastre el gallego, a quien los compañeros más duchos en cuestiones arbitrales recuerdan hoy su mala actuación en el Sevilla-Alavés, tras el que se escuchó por Nervión al coro quejumbroso que canturrea allí siempre que los resultados no sonríen (2-2). Quizá el novato trencilla no tenga filias ni fobias hispalenses y sea simplemente inepto o tal vez careciese aún de jefe con el que congraciarse aquel 20 de noviembre, pues Medina fue nombrado una semana más tarde.
Se entiende enfado del Betis por los sucesos (atraco, mangazo, robo… lo que quieran) de Vallecas, por tanto, pero no que gente de cierto ringorrango como consejeros y responsables políticos (ayyy, qué nivelito) alimente teorías conspiratorias ni que, peor todavía, cuatro o cuarenta idiotas acosen a Medina y a su familia de viva voz o en las redes sociales. Puede uno andar palpándose el brazo en busca del chip inoculado junto a la dosis de Pfizer para complacer en sus delirios a los señores Gallego Moyano u Ozgur Unay, está bien; que efectivos policiales tengan que rondar la casa de un dirigente futbolístico ya resulta del todo intolerable. Hay que rebajar la dosis de condimentos excitantes en el pienso que se le echa a los perros de presa porque aquí va a haber una desgracia.
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