La seriedad no hay que predicarla, sino demostrarla. Y el Sevilla se toma, porque el torneo lo merece, la Copa del Rey con el mayor deseo de avanzar hasta donde le permitan los rivales. El Córdoba resistió más de cien minutos, hasta que Ocampos marcó el único gol de la noche y le dio a su equipo una de esas victorias por la mínima que han convertido a Julen Lopetegui en leyenda viva del “unocerismo”. ¡Claro que las otras dos competiciones reparten más dividendos y más prestigio! Pero, ay, hace dos decenios que el veneno copero entró en el Sánchez-Pizjuán y es un estatus que debe defenderse en todos los escenarios. ¿Cansados para el sábado? Pues vale, ¿y?
Héctor Horacio Scotta, alias Gringo por su cabellera rojiza, fue uno de los primeros de la larga serie de ídolos sevillistas venidos desde Argentina y este duelo copero contra el Córdoba lo concernía por partida doble. Primero, porque a su leyenda goleadora contribuyeron los seis tantos que le metió a los blanquiverdes en dos eliminatorias en 1979 y 1980, cuando la Copa se jugaba a doble partido. Y segundo, porque Julen Lopetegui convocó a Valentino Fattore, lateral diestro criado en la Carretera de Utrera que es su nieto, el hijo de su hija. A sus veinte años, el bonaerense de origen ya había disputado algún amistoso con el primer equipo y había viajado, sin debutar, a un compromiso europeo.
Pero, ni modo. Gonzalo Montiel fue el único titular en el Bernabéu que repitió en El Arcángel y no estaba la tarde-noche cordobesa para regalar minutos a nadie porque el equipo local jugaba a fondo su carta copera, en vista de que domina con mano de hierro el grupo de la Segunda RFEF al que cayó con la remodelación estival. Un recordatorio, eso sí, para que nadie se confunda con el exageradísimo ditirambo de Loepetegui: una categoría por debajo del Sevilla Atlético y una por encima del Sevilla C. No era una encerrona, pese a los 15.000 espectadores, porque la diferencia de nivel era palmaria y el terreno de juego, una alfombra. Lo que pasa es que se cumplía la media hora con una sola ocasión en las notas, un cabezazo de Puga que Dmitrovic desviaba a córner con mérito.
Los sevillistas empezaron a enterarse de la película cuando la intensidad de la presión alta del Córdoba, pesadas ya las piernas, comenzó a amainar. Fue en el tramo final de la primera mitad, justo cuando Delaney se marchaba mareado para dejarle el puesto a Joan Jordán. Un par de tiros lejanos, un remate de Iván Romero que lamió el poste y un cabezazo de Munir que detenía Felipe Ramos eran pruebas de vida del Sevilla, que hasta entonces había dado la impresión de que le sobraba el torneo. O, mejor dicho, de que no estaba dispuesto a gastar un gramo de energía en pasar la primera ronda. El enfado del entrenador en el área técnica desmentía al paranoico y sus cambios en el descanso, Diego Carlos y Ocampos al césped, tranquilizaba a los escépticos.
Los primeros cinco minutos de la segunda parte fueron prometedores. El Córdoba se plantó al borde de su área como resignado al dominio del adversario y Joan Jordán agarró el timón para enjaretar esas jugadas largas, con el balón viajando de banda a banda, que tanto gustan a Lopetegui. No había ocasiones –un barullo de Iván Romero–pero sí una sensación de peligro que se fue mitigando a medida que Germán Crespo, el técnico local, iba ajustando sus piezas con los cambios. Ya podían salir Papu Gómez y Rafa Mir para conformar un ataque muy parecido al titular, que amenazaban menos que Willy, el goleador cordobés que asustó a Dmitrovic con un tiro lejano en una pérdida de sus centrales. Munir y Ocampos se acercaron en los minutos finales, sí, pero no fue ni mucho menos injusto que la eliminatoria se fuese a la prórroga.
Lopetegui aprovechó el sexto cambio al que lo autoriza el reglamento en caso de tiempo extra para sacar a Koundé, por si aún cabían dudas sobre su deseo de pasar ronda. Dirigido por Papu Gómez, con cuya entrada subió con vértigo el ritmo ofensivo del Sevilla, la primera mitad del suplemento fue un ejercicio de ataque-defensa de ésos que se hacen en los entrenamientos con los rojos llegando y los blanquiverdes resistiendo. El peligro se multiplicaba sobre el área del Córdoba pero la liberación no llegó hasta el arranque de la segunda parte, cuando Óliver conectó en largo con Ocampos, que marcó a puerta vacía tras driblar al guardameta. Todavía hubo que resistir unos minutos y el encuentro, como un símbolo, terminó con Dmitrovic deteniendo un último intento local. Uffff.
Córdoba CF (0): Felipe Ramos; José Ruiz, Ekaitz Jiménez, Toni Arranz (Cristian, minuto 112), Alonso, C. Puga (Luismi, minuto 61), José Cruz, Simo (Simón, minuto 112), Fuentes (Willy, minuto 61), Casas (Omar, minuto 68) y Javi Flores.
Sevilla FC (1): Dmitrovic; Montiel, Rekik (Koundé, minuto 90), Gudelj (Diego Carlos, minuto 46), Augustinsson; Delaney (Joan Jordán, minuto 37), Óiver Torres, Óscar (Papu Gómez, minuto 73); Munir, Ivan Romero (Rafa Mir, minuto 66) e Idrissi (Ocampos, minuto 46).
Goles: 0-1, minuto 108: Ocampos.
Árbitro: Gil Manzano, extremeño. Amarillas para Javi Flores, Joan Jordán, Toni Arranz, Diego Carlos, Óliver Torres, Papu Gómez, Cristian y Ocampos.
Fue el mejor en Córdoba. Incisivo y queriendo el balón por las zonas interiores para hacer daño.
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